lunes, 10 de febrero de 2014

Rosa Parks

Trabajo realizado por Alicia, Marina, Sara V. y Rocío de 3ºESO C.

Rosa Parks en 1950 se unió al movimiento de derechos civiles y se empleó como secretaria. En Montgomery, Rosa se negó a obedecer al chofer de un autobús público, el cual quería obligarla a ceder su asiento a una persona de raza blanca. Por no cederle su asiento a un hombre de raza blanca, Parks fue encarcelada.
Esta noticia fue llegada a oídos de un pastor bautista, cual condujo la protesta de autobuses públicos de Montgomery junto a una amiga de la infancia de Rosa (Johnnie Carr). Después de muchas protestas, en 1956 la protesta llegó a la Corte Suprema de los EE.UU. Rosa se convirtió en un icono del movimiento de derechos civiles.
En 2002, en una escena de la película “Barbershop” aparecen los afroamericanos del pasado, que se han negado a ceder sus asientos de autobús.
Fue bautizada en su honor en noviembre de 2000, una biblioteca llamada “Rosa Parks Library and Museum”
Rosa Parks murió a la edad de 92 años el 24 de octubre de 2005. El 30 de octubre de 2005, los restos de Parks fueron honrados en la rotonda del Capitolio. Primera mujer y la segunda persona afroamericana en recibir este honor.”



Florence Nightingale

Trabajo realizado por Jonathan, Manuel, Fernando y Jesús de 3ºESO C.

Florence Nightingale fue una enfermera, escritora y estadística británica, considerada una de las pioneras de la enfermería modera y creadora del primer modelo conceptual de enfermería. Se destacó desde muy joven en matemáticas, y aplicó sus conocimientos de estadística a la epidemiología y a la estadística sanitaria. Sentó las bases de la profesionalización de la enfermería en 1860.
Nació en el seno de una familia británica de clase alta en “Villa Colombaia”, Florencia, y recibió el nombre de su ciudad natal; en 1837 anunció en Febrero que se iba a dedicar a la enfermería; esta decisión constituía un desafío para las convenciones sociales de la época.
Tras muchos sacrificios y la fuerte oposición de su familia, es especial de su madre y de su hermana, logró formarse como enfermera.
El 13 de agosto de 1910 a los 90 años, falleció mientras dormía en su habitación del 10 de South Street.”



Rita Levi - Montalcini

Trabajo realizado por José Ángel, Juanma, Carmen, Mª Carmen, Raúl y Javi de 3ºESO C.

Rita Levi–Montalcini nació el 22 de abril de 1909 en Turín, Italia. Fue una neuróloga y política italiana. Obtuvo la licenciatura en medicina y el doctorado en neurocirugía. Al terminar la segunda Guerra Mundial emigró a Estados Unidos donde trabajó en el laboratorio Viktor Hamburger del Instituto de Zoología de la Universidad de Washington en San Luis. Su trabajo con Stanley Cohen sirvió para descubrir que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que es transmitida por unas sustancias llamadas factores de crecimiento.
Nacida en Turín, fue la menor de cuatro hijos. Su padre, Adamo Levi, era dotado en las matemáticas. Su madre, Adele Montalcini, era una pintora con un gran talento. Trabajó en una panadería para costearse los estudios hasta 1929. En 1930 se matriculó en la Facultad de Medicina de Turín. Se graduó con la máxima calificación Summa cum laude en 1936.
En 1938 Benito Mussolini publicó el Manifesto per la Difesa della Razza, que prohibía a toda persona judía acceder a alguna carrera académica o profesional. En el 1943 se trasladó con su familia y su laboratorio a Florencia.
De 1961 a 1969 dirigió el Centro de Investigación Neurobiológico de Roma y en 1978, el laboratorio de biología celular.
Recibió numerosísimos premios y honores. En 1986 ella y Stanley Cohen recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. En 1987 recibió la Medalla Nacional de la Ciencia, el máximo reconocimiento de la comunidad científica estadounidense.
Murió en su casa de Roma el 30 de diciembre de 2012, a los 103 años de edad.”



Clara Campoamor

Trabajo realizado por María, Sara C., Pablo, Isabel, Aarón, Jesús, Eva y Amina de 3ºESO C.

Clara Campoamor Rodríguez nació en el seno de una familia madrileña. S padre, Manuel Campoamor Martínez fue contable en un periódico, y su madre Mª Pilar Rodríguez Martínez, era costurera.
Después de desempeñarse en varios oficios, entre ellos el de telefonista, sacó plaza de funcionaria de Correos. Entró a trabajar en el periódico maurista La Tribuna como secretaria del director, un puesto que le permitió conocer gente y donde comenzó a interesarse por la política. En 1920 se matriculó como estudiante en la escuela secundaria (que termina en dos años) y luego en la Facultad de Derecho, donde obtuvo un título en sólo dos años.
En 1929 perteneció al comité organización de la Agrupación Liberal Socialista, que desapareció poco tiempo después. Campoamor y Matilde Huici, republicanas y enemigas del régimen de Primo de Rivera, quisieron sin éxito que la Agrupación se desmarcara de la Dictadura, motivo por el que la abandonaron poco después de ingresar.
El sufragio femenino: Al proclamarse la 2º república, las mujeres podían ser elegidas, pero no ser electoras. Luchó eficazmente para establecer la no discriminación.
Obras escritas por Clara: “El derecho de la mujer en España”; “El voto femenino y yo: mi pecado mortal”; La revolución española vista por una republicana” ..."



Oriana Fallaci

 Trabajo realizado por Patricia, Cristina, Gema y Paola de 3ºESO C.

Oriana Fallaci nació en Florencia el 29 de Junio de 1929 y murió el 15 de Septiembre de 2006 a los 76 años. Fue una escritora y periodista de gran prestigio internacional.
Nacida en una familia sencilla del norte de Italia, Oriana fue la mayor de tres hermanos, Neero y Paola. Su infancia transcurrió en la Italia fascista de Mussolini. Su padre era antifascista, e influyó en las ideas de la jovencísima Oriana. Ésta participó en la Resistencia contra la ocupación Nazi en su Toscana natal, viviendo en primera persona los acontecimientos de la guerra. Durante la ocupación de los Nazis en Florencia, su padre fue hecho prisionero y torturado, y después fue liberado. Por su activismo durante la guerra, obtuvo un reconocimiento de honor, y una pequeña indemnización.
Tras la guerra, estudió medicina en la Universidad de Florencia a base de becas, pero nunca terminó la carrera. Poco después inició una extensa carrera como periodista, y logró entrevistar a numerosos líderes y celebridades de su época, como Henry Kissinger, el Sha de Persia, Willy Brandt. El 2 de octubre de 1968 fue herida de bala en la plaza de las Tres Culturas de la Unidad Habitacional de Tlatelolco en la Ciudad de México. Ha trabajado diversos géneros, desde el ensayo a reportajes o entrevistas. Ha recibido numerosos galardones y sus libros han sido traducidos en más de 30 países. Se retiró a principios de los años 90, a causa de una enfermedad, y decidió volver en 2002. Los últimos años de su vida vivió en Nueva York, donde mantuvo una lucha con el cáncer de pulmón. Ante el agravamiento, regresó a Italia, donde falleció en un hospital de Florencia.”



Exposición sobre Personajes Admirables

En este segundo trimestre del curso, iniciamos una Exposición sobre Personajes Admirables. Hemos preparado varios espacios en los pasillos de los distintos edificios, donde iremos colocando los pósters que los alumnos van elaborando en grupos.

La idea es ir cambiando los personajes expuestos periódicamente, que nos permita conocer a un gran número de hombres y mujeres de todos los tiempos que han destacado en distintos campos, y que se merecen toda nuestra admiración.

Desde aquí, agradecemos a todos los que estáis participando en esta actividad vuestra colaboración y vuestro interés.

"Huérfanos", por José Antonio Flores Silvera

Aquella mañana, cuando Elena regresó a casa oprimida por la servidumbre de las bolsas del supermercado, se encontró a su marido sentado en el salón con la televisión encendida.
En un primer momento, Elena no supo cómo enfrentar el desafío provocado por la situación, pero reaccionó de inmediato, como mujer ejercitada en las lides de lo imprevisible, y se acercó a su esposo para reafirmarse a su lado, a la expectativa de los acontecimientos, con su ánimo palpitante por la urgencia de lo inesperado, y con un temblor en las manos, no por consabido menos alarmante.
Al principio, todo aparentaba esa falsa naturalidad entre los dos cultivada durante tantos años de convivencia, aunque no se intercambiaran ninguna palabra, ninguna expresión, ningún gesto. Pero Elena sabía perfectamente que la tormenta podía despertarse de nuevo en cualquier momento. Solo eran necesarias dos masas de aire a diferentes temperaturas y la inercia de su fluctuación en el acaecer de los acontecimientos para reconducir, hasta el pórtico de la inestabilidad, esas partículas que imperan suspendidas entre las aristas intuidas sobre el espacio que media entre dos cuerpos.
Las tormentas se crean cuando un centro de baja presión se desarrolla con un sistema de alta presión que lo rodea. Y Elena había sido educada, por la fuerza de la experiencia, en la obligación de saber acatar de muy buena gana el factor desencadenante de los accidentes de las circunstancias.
Al comprobar que Antonio no se manifestaba con ningún gesto, mediante ninguna expresión, que no exponía ninguna palabra, Elena reajustó las coordenadas de su atención hacia la esfera de su reloj de pulsera para evidenciar, como un aviso de sedición, que los niños estaban a punto de llegar del colegio.
Elena Sabía perfectamente qué tenía que hacer.
Así que Elena se desplazó hasta la cocina con la frialdad deformada de quien tiene la intención  de dominar el contexto, pero sin la confianza necesaria para llegar a creérselo de veras, y Elena destapó la olla donde se cocinaba el guiso con la lenta paciencia de un fuego lento, y con la eterna morosidad de los días interminables.
La disonancia de algún grito apagado por la voluntad del olvido repercutió en su memoria. Algún brote del dolor enterrado en las cicatrices de su cuerpo. Luchas y batallas alojadas para siempre en la sombra de los cuartos, en el polvo acumulado en los aparadores, y en las viejas heridas del tiempo asociadas, para siempre también, al desconsolado lamento de los niños.
Después e insistentemente, se recolocó como el fantasma de lo inevitable en el centro del corredor, y observó detenidamente al hombre que descansaba en el salón de la casa, con los pies embutidos en unas zapatillas nuevas y vestido con el mismo traje negro con el que fue enterrado.
Antonio había sufrido un ataque al corazón justo después de su último almuerzo, fulminante como el dictamen de la desgracia cuando se abate sobre la tierra con la violencia de los huracanes y con el furor implacable de una plaga bíblica, en el preciso instante en que pasaban por la televisión esa misma película, cuyas imágenes se proyectaban ahora sobre las paredes del salón como si la muerte se dedicase a bailar con su propia luz, o fuera la heredera de su propio cementerio.
Antonio existía muerto y enterrado ya para siempre desde hacía dos semanas. Y Elena pensaba haberse liberado de él.
Transcurrían en el salón esos minutos como surgidos desde otra dimensión equivalente, y se reubicaban a su vez, con la angustia de la caducidad, en el movimiento perpetuo que transita el espacio emplazado entre las dos y las dos y media de la tarde.
Se desprendían los segundos de la cortina del tiempo como el interminable descenso de la sombra por la pared de los cuartos, como el ultimátum de una maquinaria imprecisa situada en una fundición de acero, más allá de las urbanizaciones.
Elena se colocó alrededor de la cintura el delantal de madre y esposa, preparó la mesa con la ayuda de sus manos desnudas, y separó los visillos, que adornaban una ventana al exterior con la calor propicia de los hogares habitados por la combustión de sus pasiones, para controlar la inminente llegada de los niños.
En la distancia, un sol de justicia reinaba su majestad de circunferencia sobre la hora del mediodía, y establecía el gobierno de ese instante como un espejo proyectado sobre su propio desierto; puro y desolado ese intervalo estatuido entre un antes de ahora y un después de este antes, casto cristal de arenas rotas.
Un presagio de inquietudes estremecía el organismo agotado de una Elena presentida hasta provocarle el dolor de su pensamiento, hasta encontrarle el germen mismo de la mala conciencia por no saber apagar el llanto de unos niños, por la impotencia de no saber reconstruir el contrafuerte de todas las soluciones. Ese sentimiento de culpa determinado por la injusticia de las causas y de las consecuencias, y fundamentado en la debilidad del desamparo.
Sonaba en el interior de la casa una renacida disonancia de un tiempo que parecía clausurado ya.
Sin mediar una palabra, un gesto, una expresión de reconocimiento, un algo que sofocara aquella opresión impenetrable, Antonio observaba la pantalla, inmóvil como la perseverancia, tenaz como la misma paciencia.
Un olor a garbanzos quemados se apoderaba del vacío de los secretos.
Y, al final de la calle, la silueta de dos niños alegres que regresaban un día más del colegio.